No es Marruecos pero lo parece: el pueblo valenciano pintado de azul que atesora tres culturas en su casco antiguo
Al llegar a Chelva, lo primero que llama la atención es el color de algunas calles: fachadas blancas combinadas con tonos azules, puertas de madera y callejones estrechos que podrían recordar a pueblos del norte de África como Chefchauen El pueblo de Valencia con un castillo centenario y una bonita ruta de piscinas naturales
Al llegar a
Chelva, lo primero que llama la atención es el color de algunas calles: fachadas blancas combinadas con tonos azules, puertas de madera y callejones estrechos que podrían recordar a pueblos del norte de África como Chefchaouen. Pero pronto esa primera impresión deja paso a una identidad mucho más rica y propia, marcada por siglos de historia y una mezcla de culturas difícil de encontrar en otros pueblos de su entorno.
Situada en la comarca de
Los Serranos, en el interior de la provincia de Valencia,
Chelva cuenta con poco más de 1.000 habitantes y un patrimonio arquitectónico y natural notable. Su casco antiguo está declarado
Bien de Interés Cultural y conserva barrios de origen morisco, judío y cristiano que conviven en apenas unos metros. Es un lugar que permite recorrer siglos caminando unos pocos pasos: desde el barrio andalusí de Benacacira hasta la antigua judería del Azoque.
Además de su valor histórico,
Chelva está rodeada de parajes naturales que atraen a senderistas y viajeros que buscan tranquilidad. El entorno de Chelva pertenece al
Parque Natural del Alto Turia, una zona de montañas, bosques y ríos que ofrece paisajes espectaculares. Este espacio fue declarado
Reserva de la Biosfera por la
UNESCO en 2019, lo que destaca su valor ecológico y su importancia para la conservación de la naturaleza. El
río Tuéjar, con su ruta del agua, y las sierras que la rodean completan el atractivo de un pueblo que ha sabido mantenerse al margen del turismo masivo sin renunciar a mostrar lo que lo hace único.
Tres culturas en un mismo lugar
El barrio cristiano de las Ollerías
La historia de
Chelva está marcada por la convivencia de tres culturas: musulmana, judía y cristiana. Durante la Edad Media, esta zona del interior valenciano fue un cruce de caminos donde vivieron juntas distintas comunidades, cada una dejando su huella en el trazado del pueblo.
El barrio de Benacacira, de origen andalusí, conserva el estilo de la época musulmana: calles estrechas, curvas, muros encalados y antiguos aljibes. Tras la conquista cristiana en el siglo XIII, muchos musulmanes siguieron viviendo en la zona como mudéjares hasta que fueron expulsados en el siglo XVII.
También existió una pequeña comunidad judía, asentada en el barrio del Azoque. Aunque su presencia fue menor, todavía se reconocen partes de su antiguo trazado urbano. Finalmente, con la dominación cristiana, se construyeron la iglesia arciprestal, el castillo y edificios religiosos que reorganizaron el pueblo sin borrar del todo las estructuras anteriores.
Gracias a esta mezcla de culturas, el casco antiguo de Chelva está declarado
Bien de Interés Cultural y se puede recorrer como si fuera un resumen en piedra de varios siglos de historia.
El azul que engaña a la vista
El barrio andalusí de Benacacira
En algunas calles del casco antiguo de Chelva, el blanco de las fachadas se mezcla con tonos de azul que llaman mucho la atención. Ese estilo, que recuerda a pueblos como Chefchaouen en Marruecos, sorprende en un rincón del interior de Valencia. Muchos visitantes se preguntan si hay alguna conexión cultural o histórica.
En realidad, el uso del azul en Chelva no tiene un origen antiguo documentado. Es más bien una elección decorativa de los vecinos en ciertas zonas, inspirada en otros pueblos mediterráneos. Aunque no sea una tradición local antigua, encaja muy bien con el estilo morisco del barrio de Benacacira y crea un ambiente especial.
En otros lugares del Mediterráneo, el azul se ha usado tradicionalmente por razones prácticas: refresca, repele insectos y da sensación de limpieza. En Chelva, esa estética se ha adoptado de forma natural, y aunque sea una coincidencia, el resultado es una imagen que recuerda a otros mundos.
Qué hacer en tu visita a Chelva
Refugio de la Guerra Civil
Si decides visitar Chelva, hay varias cosas que no te puedes perder. Aquí te dejamos algunas recomendaciones para disfrutar de este encantador pueblo valenciano:
- Casco antiguo de Chelva: recorre sus calles laberínticas y descubre el patrimonio histórico del pueblo. El casco antiguo, declarado Bien de Interés Cultural, conserva muchos edificios de origen musulmán y cristiano, como las casas de colores, los aljibes y las antiguas puertas de madera.
- Barrio morisco de Benacacira: uno de los lugares más característicos de Chelva, donde se percibe claramente la huella musulmana en la arquitectura. Las calles estrechas, los patios y las fuentes te transportarán a otra época.
- Iglesia Arciprestal de Ntra. Sra. de los Ángeles: este edificio, considerado una de las mejores obras del barroco valenciano, es el principal lugar de culto del pueblo. Su interior alberga varios detalles interesantes, como las pinturas murales y las columnas decoradas.
- Ruta del Agua: una de las mejores maneras de disfrutar del entorno natural de Chelva. Este recorrido te lleva por una serie de fuentes y acequias históricas que muestran cómo el agua ha sido fundamental para el desarrollo del pueblo. Es ideal para los amantes del senderismo y la naturaleza. Aunque actualmente se encuentra cerrada por los daños causados por la DANA de octubre de 2024, algunos tramos, como la senda de Peña Cortada, ya se han reabierto parcialmente, pero la ruta completa aún no está disponible.
- Antigua Muralla de Chelva: visita algunos de los restos de la muralla medieval que rodeaba la villa en el siglo XIV. La puerta principal daba acceso desde el camino de Valencia, cerca del mercado que se celebraba fuera de las murallas.
- Refugio de la Guerra Civil: se encuentra excavado en roca tobácea y tiene una profundidad de unos ocho metros. Tiene dos entradas: una en la calle Mª Antonia Clavel y otra en el presbiterio de la iglesia, que en la guerra fue un taller del Ejército Republicano. Tiene 49 peldaños y mide 42 metros de largo. Además, cuenta con una galería principal y otra secundaria, que servía de refugio. En la secundaria se puede ver un candil antiguo y un banco de piedra. La altura es de 1,80 metros y la anchura de 80 centímetros.
- Fiestas locales: si coincides con alguna de las fiestas locales, como las de agosto, podrás disfrutar de tradiciones como la romería de la Virgen de la Misericordia o la fiesta de Moros y Cristianos, que rememoran la historia del pueblo de forma festiva.
- Gastronomía local: no dejes de probar platos tradicionales como el arroz al horno, la olla de Chelva o los embutidos de la zona. Los restaurantes del pueblo ofrecen una deliciosa cocina que refleja la tradición y los productos locales.