Los acontecimientos de las últimas semanas en el frente de Ucrania han vuelto a azuzar el fantasma de la guerra en las sociedades europeas. El lanzamiento desde Ucrania de misiles Atacms y Storm Shadow yankis y británicos consiste en una declaración de guerra abierta contra la Federación de Rusia. Así había sido advertido por parte del Kremlin desde septiembre, […]
KOLITZA. Ya estamos en guerraLos acontecimientos de las últimas semanas en el frente de Ucrania han vuelto a azuzar el fantasma de la guerra en las sociedades europeas. El lanzamiento desde Ucrania de misiles
Atacms y
Storm Shadow yankis y británicos consiste en una declaración de guerra abierta contra la Federación de Rusia. Así había sido advertido por parte del Kremlin desde septiembre, y así lo ha confirmado Putin en su último discurso. Rusia considera a partir de ahora estar en guerra con la OTAN y se reserva el derecho de atacar cualquier objetivo militar en occidente, cosa que ha demostrado estar en condiciones de hacer con el lanzamiento del misil hipersónico
Oreshnik sobre Dnipró.
¿Pero en qué consiste el
quid político de esta guerra, iniciada realmente por la OTAN con el golpe de estado del Maidán en 2014? Pues bien, la cuestión es que la oligarquía atlantista yanki-europea desarrolla una doble guerra: una guerra geopolítica por un lado contra la oligarquía rusa, sí, pero también una guerra social contra las clases trabajadoras y amplios sectores intermedios de la burguesía europea.
En su guerra geopolítica, la oligarquía atlantista pretende subordinar a Ucrania a los intereses de las grandes multinacionales yankis, asegurar una población trabajadora ucraniana barata y totalmente subordinada al capital occidental y el expolio de sus recursos naturales, minerales y agrícolas. Además, pretenden cronificar un frente de hostilidades entre Rusia y la Unión Europea, que debilite a Rusia y genere grandes oportunidades de negocio al complejo militar industrial yanki con el aumento del gasto de defensa en Europa.
El Kremlin, por su parte, busca pacificar y desmilitarizar los territorios próximos a su frontera con Europa occidental, impedir el avance de la OTAN y poner bajo su soberanía la zona rusófila ucraniana, rica en recursos minerales y con un importante tejido industrial.
Ambas superpotencias imperialistas tienen intereses capitalistas y geopolíticos en la guerra, y ambas sacrifican a su población trabajadora en la carnicería del frente. No obstante, es la oligarquía atlantista quien desarrolla paralelamente una guerra social contra la población europea, y es en este fenómeno donde quiero poner atención con esta columna. Dicho rápidamente: la guerra de Ucrania es el caballo de troya para ejecutar una gran transferencia de riqueza, de las clases trabajadoras europeas a la oligarquía financiera, que probablemente venga acompañada de una gran reforma autoritaria del sistema político de los estados occidentales.
Entonces, ¿Qué podemos esperar que suceda en Europa los próximos años? Desde luego, la posibilidad de un conflicto en gran escala con la implicación directa de los principales ejércitos de la OTAN es uno de los escenarios posibles, incluida una potencial agresión nuclear mutua, donde sin duda sería nuestra clase quien pondría los muertos. Ya lo dijo claramente en una reciente entrevista el consejero de seguridad nacional Jake Sullivan: el problema en el frente (ucraniano) es de escasez de mano de obra. He aquí un claro ejemplo de la catadura moral de la escoria al mando en occidente.
En todo caso, con escalada del conflicto geopolítico o sin ella, la agenda atlantista de guerra de clases dentro de sus propias fronteras ya está en marcha y no depende de ninguna negociación. El aumento progresivo de los presupuestos de guerra y el desvío de fondos públicos al complejo militar-industrial ya está pactado, y el aumento del negocio de la industria armamentística se traducirá probablemente de forma progresiva en recortes en sanidad, educación y prestaciones sociales en todos los estados. En segundo lugar, la propaganda de guerra va a permitir la militarización de las sociedades europeas, multiplicando los recortes de derechos sociales y políticos y avanzando a pasos agigantados en el giro autoritario de los estados occidentales. En tercer lugar, la crisis industrial, en parte autoinducida con ataques directos a las condiciones de competencia con abundante legislación, voladura del
nord stream incluida, va a propiciar un escenario de recorte brutal de salarios y reestructuración productiva donde relanzar la acumulación del capital acumulado en forma financiera. La imposibilidad de competir en el marco global hará caer todo el peso de la ley del valor sobre los salarios industriales, y ante esta realidad las centrales sindicales, gran parte de ellas corruptas e ineficaces, no van a poder hacer nada. La decisión de desmantelar industrialmente el centro europeo parece estar tomada.
Por si fuera poco, la excusa de la gran crisis industrial que apenas está eclosionando va a posibilitar a la oligarquía elevar las maniobras de expansión monetaria de los últimos quince años a un plano más agresivo, no muy lejos del propuesto por el informe Draghi, sobre grandes fondos inyectados en forma de ‘paquetes de ayudas’ a las entidades financieras más poderosas y a las redes clientelares del sistema de partidos. Un nuevo plan Marshall que en absoluto se va a traducir en inversión productiva, sino que va a acelerar aún más la transmisión de riqueza de las clases trabajadoras y productivas al complejo financiero y sus estructuras políticas, a la cabeza de cuyo plan estará la recién renovada Comisión Europea donde fascistas, liberales y socialdemócratas han acordado de antemano el reparto del botín de su guerra de clase.
¿Y qué está haciendo la socialdemocracia reformista en este escenario crítico? Cumplir con su papel de partido del orden: reforzar la confianza de sus bases en el estado y en las instituciones antidemocráticas europeas, contribuir a la propaganda de guerra de la OTAN contra el ‘fantasma del este’, y en sus ratos libres, señalar al proletariado migrante como principal amenaza de seguridad. Son los comisarios políticos de un sistema de estados corrupto, vertical y completamente financiado por la oligarquía atlantista.
La clase trabajadora europea vive un momento de radical indefensión. Despolitizada y desideologizada, y en consecuencia sin capacidad de acción real ante los recortes de salarios o ante una potencial movilización de guerra. Desde EHKS hemos declarado en un reciente mitin en Donostia nuestra intención de ser un puntal contra la agenda bélica y los planes de recortes salariales de la oligarquía atlantista, pero todas las opciones de la clase trabajadora europea pasan ahora por la edificación de un gran partido revolucionario internacional contra la guerra, el fascismo y la depauperación en masa. Es absolutamente imprescindible enmarcar el discurso político en contra la oligarquía atlantista y de la totalidad de su sistema de dominación capitalista.
La solución para la clase trabajadora no pasa por Podemos, Syriza, EH Bildu ni aspirantes a gobernar el Capital y sus lógicas destructivas. Ya no hay margen para el reformismo institucional, las bases imperialistas de la izquierda reformista están desmoronándose a la vista de todos, y la ausencia total de alternativa no se resuelve con meras alternancias de gobierno. El objetivo a derrocar es la propia sociedad capitalista, controlada inexorablemente por oligarcas, cuyo fin es el beneficio y cuya lógica es la de la guerra, y que acelera todas estas tendencias destructivas en medio de su gran crisis histórica de producción.
(
Diario Socialista)