Las mujeres del país centroafricano, donde una compresa es un objeto de lujo, sufren una precariedad material que fomenta el oscurantismo. Una exposición y un documental denuncian su situación, a la vez que se pone marcha una campaña para distribuir copas menstruales entre la población femenina.
La menstruación en África es motivo de estigma. La llegada del período hace que a las mujeres se les prohíba cocinar y en ciertos lugares las adolescentes no pueden acudir a la escuela durante esos días. Una situación que les lleva a ocultar lo que les pasa, como si eludieran dar cuentas de su propia naturaleza. Convirtiendo en tabú lo que no debería serlo.En Chad, país situado en África Central, las niñas son conscientes de que es un tema incómodo, lo que a la postre deriva en un desconocimiento total de su propia anatomía. El fotoperiodista Antonio López estuvo allí, también la ginecóloga Laura de Mingo. Fue un viaje al centro mismo de la pobreza en un país en el que la mayoría de las mujeres carece de acceso a productos sanitarios.De aquel viaje de Antonio y Laura surgió La copa rosa, un proyecto fotográfico y un documental que aborda la realidad de muchas adolescentes africanas que sustituyen las compresas –objeto de lujo en Chad– por trapos o incluso hojas de árboles o hierbas secas para lidiar con su período. Además, las condiciones higiénicas son escasas y la falta de agua en las letrinas convierte la menstruación en un calvario.