Recordar, vale la pena, Siria lleva 13 años de guerra, de ocupación ilegal de una parte de su territorio por fuerzas militares estadounidenses, que no solo actúan contra el Ejército y el Gobierno de esa nación, sino que roban sus recursos
Siria, una reflexión ante el colapsoSiria está ubicada en el centro de un conflicto mayor, que trasciende sus límites. Foto: AP
Elson Concepción Pérez (Granma).— He leído en medios de prensa, y en alguno que otro blog de las llamadas redes sociales, todo tipo de análisis sobre el colapso sirio. En algunos casos me parecen marcadamente descalificados por sus juicios superficiales y absolutos sobre el gobierno de Bashar al Assad, y también sobre el enfrentamiento o no a los grupos armados que en 13 días ocuparon el poder en el país árabe, sin demasiada resistencia.
Pudo haber apatía o cansancio a última hora –la de la verdad– como para organizar las fuerzas militares y sociales y enfrentar a los grupos armados, pero, en mi opinión, cualquier análisis al respecto tiene que partir de los componentes sociales, étnicos, religiosos y otros que conforman la sociedad siria.
Recordar, vale la pena, Siria lleva 13 años de guerra, de ocupación ilegal de una parte de su territorio por fuerzas militares estadounidenses, que no solo actúan contra el Ejército y el Gobierno de esa nación, sino que roban sus recursos.
No es solo una coalición de fuerzas para actuar contra el llamado grupo terrorista Estado Islámico (isis) –la que encabeza EE. UU.–, como se ha justificado desde Washington durante más de una década; sino que ha sido sostén económico y militar del grupo Al Nusra, uno de los que desarrollaron la embestida en la toma de Damasco.
Este lunes, el canal de televisión Al Jazeera informó que la oposición armada siria autorizará a Mohammed Bashir a formar un Gobierno de transición, quien desde enero de 2024 conduce el grupo Hayat Tahrir al Sham (hts, anteriormente Frente Al Nusra) o autodenominado «Gobierno de Salvación», el que proclamó la caída del presidente Bashar al Assad.
Algunos de los análisis al respecto refieren que también en Siria hay medios militares de Rusia y asesores de Irán.
Y es verdad, pero, en ambos casos, han viajado hasta allí a solicitud del Gobierno sirio. Por ejemplo, refiere Sputnik, Rusia apoyó al gobierno de Assad en la lucha contra los insurgentes desde 2015, y actualmente cuenta con una base naval cerca de Tartus y la base aérea de Hmeimim, cerca de Latakia, en la costa mediterránea.
Geopolíticamente hablando, Siria está ubicada en el centro de un conflicto mayor, que trasciende sus límites. Israel comparte fronteras y tiene una porción del territorio sirio ocupado militarmente. La guerra de genocidio sionista contra la población palestina tiene en Damasco no solo a un pueblo solidario con los palestinos, sino de apoyo directo a grupos de la resistencia que actúan en la región.
Un ejemplo elocuente de la participación israelí en todo lo que ocurre en la región del Medio Oriente es lo asegurado por el primer ministro, Benjamín Netanyahu: «Los Altos del Golán serán para siempre una parte inseparable de Israel», refiriéndose a la captura y posterior anexión de ese territorio por parte de su país en 1967.
Ahora bien, en cuanto al desarrollo de los últimos acontecimientos en Siria, podríamos preguntarnos: ¿será que fallaron las estructuras de gobierno y de las organizaciones sociales afines, o que no hubo una preparación adecuada de los componentes militares, en la estrategia prevista para tiempos de guerra, que se consideraban bastión de la defensa de la soberanía e integridad territorial de la nación árabe?
Calificar una u otra acción podría llevarnos a conclusiones superficiales, porque siempre habrá que tener en cuenta la situación interna, la diversificación del poder entre componentes étnicos religiosos no afines y la consolidación de una estrategia propia que pudiera enfrentar, desde el primer día, a quienes agredían militarmente al país.
Otra pregunta cuya respuesta aclararía muchas interrogantes es la de cómo ha sido posible que durante años –los grupos opositores de plena guerra y los de menos confrontación– se armaran con medios modernos y se organizaran de tal manera que su irrupción final fuera una especie de paseo con solo algunas escaramuzas en su contra.
La lógica me indica que el momento ahora es el de solidaridad para con el pueblo sirio, que se respete la soberanía del país, que prevalezca el diálogo pacífico entre todos los componentes involucrados en este conflicto, y que las acciones militares desaparezcan del panorama nacional, para que puedan emprender su desarrollo y proyecto de vida, y todos sus ciudadanos tengan participación.
En este contexto, los gobiernos de Cuba, Venezuela, Brasil y Nicaragua han llamado a preservar la soberanía del país árabe y su integridad territorial. Mientras, en la otra cara de la moneda, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, informó que «fuerzas estadounidenses llevaron a cabo el domingo una decena de ataques aéreos en el centro de Siria, alcanzando 75 objetivos vinculados al grupo terrorista Estado Islámico», según el Pentágono.
Estados Unidos tiene a 900 soldados desplegados en la nación árabe.
Es de imaginar que el tema sirio no ha concluido, que la situación puede agravarse, según la manera en que se conforme el nuevo Gobierno y la intromisión de factores externos; pues no se pueden dejar de observar las circunstancias actuales del panorama internacional y los componentes involucrados en el conflicto sirio y su desarrollo.