«Me considero africana y no hay ninguna causa que me llegue más al corazón»: nacida en 1925, la periodista, escritora, profesora universitaria y militante revolucionaria sudafricana Ruth First fue asesinada por el régimen de apartheid el 17 de agosto de 1982 en Maputo. El centenario de su nacimiento ofrece la oportunidad de redescubrir la trayectoria de esta luchadora incansable.
Ruth First, militante infatigable de la lucha contra el «apartheid»Hace cien años nacía la periodista, escritora, profesora universitaria y revolucionaria sudafricana Ruth First. Será asesinada el 17 de agosto de 1982 en Maputo por el régimen de
apartheid en un atentado con una carta bomba. ¿Qué queda de su legado más de cuatro décadas después de su desaparición? El historiador Alan Wieder cuenta en la biografía dedicada a Ruth First y a su marido Joe Slovo (
Ruth First and Joe Slovo in the War Against Apartheid, 2013) que en un viaje por Sudáfrica había constatado que «paradójicamente, al hablar hoy con la población en Sudáfrica, pocas personas adultas, adolescentes o niños conocen la importante contribución de Ruth o de Joe a la lucha contra el
apartheid». Sin embargo, perpetuar la memoria de Ruth First permite recordar las luchas de una militante que ante la incesante persecución del régimen de
apartheid prometió no rendirse nunca.
Ruth Heloise First nació el 4 de mayo de 1925 en Johannesburgo en el seno de una familia judía originaria de Europa Oriental. Su padre, Julius First, llegó a Sudáfrica en 1907 a los 10 años de edad proveniente de Letonia, mientras que la madre de Ruth, Tilly Matilda Leveton, originaria de Lituania, había emigrado en 1904 con solo 3 años de edad.
Como decenas de miles de personas judías que habían
emigrado a Sudáfrica a finales del siglo XIX, los padres de Ruth First habían huido de los pogromos que se habían intensificado en Europa Oriental tras el asesinato del zar Alejandro II en 1881: a la muerte del zar, las personas judías, a las que se consideraba responsables del regicidio, sufren una larga campaña de persecución que se traduce sobre todo en la expulsión de sus tierras y en la prohibición de ejercer determinadas profesiones, una situación que, según el historiador Alan Weider (1), «irónicamente, prefigura la suerte que conocerán las personas negras en Sudáfrica».
«Tormenta antisemita»
Así, entre 1880 y 1910 emigran a Sudáfrica unas 40.000 personas judías, la mayoría de ellas procedentes de Europa Oriental (2). Esta emigración se concentra en la ciudad de Johannesburgo que a partir de 1886 se había convertido en el centro de una importante actividad minera. En 1892 Johannesburgo es la ciudad más poblada del África subsahariana. Según Alan Wieder, en vísperas de la Primera Guerra Mundial, de los 200.000 habitantes de Johannesburgo, 25.000 eran judíos.
La intensificación de la emigración judía proveniente de Europa Oriental provoca una auténtica «tormenta antisemita» (3) en una Sudáfrica en la que la minoría blanca impone un régimen tiránico a la mayoría negra.
En 1930 el Parlamento sudafricano adopta la llamada «Ley de las cuotas» (
Quota Act), cuyo objetivo es limitar la inmigración proveniente de varios países de Europa Oriental, en particular, Letonia, Lituania, Polonia y Rusia. Aunque en la ley que impone cuotas de inmigración en función de los países de Europa no se menciona explícitamente, el objetivo de la ley es directamente las personas judías provenientes de Europa Oriental, a las que se considera «no digeribles» o incluso «no absorbibles». Daniel François Malan (4), uno de los artífices del régimen de apartheid (será primer ministro de 1948 a 1954), entonces diputado del Partido Nacional, justificaba así en 1930 la Ley de cuotas: «Yo diría que el primer principio es el deseo que tiene toda nación de preservar su desarrollo sobre la base de su “composición original”. Por consiguiente, nuestras leyes sobre la inmigración no pueden excluir a países como Holanda, Francia, la Commonwealth Británica o incluso Alemania. El segundo principio al que me debo referir es el la “inasimilabilidad”. […] Cada nación considera que, desde todos los puntos de vista, es una debilidad que en el cuerpo de esa nación exista una minoría no digerida, no absorbida y no absorbible, porque eso siempre lleva a todo tipo de problemas».
Esta retórica antijudía no hará sino intensificarse a lo largo de los años siguientes, y se hará mas directa y más explícita a medida que la «cuestión judía» se desplace al centro de la vida política sudafricana. Así, el entonces diputado del Partido Nacional (que iba a instaurar las leyes del
apartheid a partir de 1948) Paul Sauer expresaba (5) en un debate parlamentario su oposición a la inmigración judía en unos términos que ya se han liberado de las precauciones lingüísticas que habían caracterizado la adopción de la llamada Ley de las cuotas unos años antes: «En lo que concierne a los judíos, el Partido Nacional se opone a toda nueva inmigración porque ya hay demasiados judíos en el país. Otra razón es que el judío es inasimilable y siempre es un judío. Nunca se convierte en un verdadero ciudadano del país como los miembros de otras naciones. Otra razón es que cuando un judío vienen a Sudáfrica, al poco tiempo entra en el comercio o en una de las profesiones liberales, e inmediatamente se rebaja o debilita la norma ética del comercio o de la profesión. Los judíos quitan el trabajo de las manos de nuestro propio pueblo y el pan de su boca. Nuestra misión es ante defender todo a nuestro pueblo», proclamaba Sauer.
«El problema de los blancos pobres»
En la prensa, la literatura e incluso en los discursos políticos se describe a las personas judías como una amenaza para el equilibrio de la sociedad sudafricana (blanca). Así, la imagen de las personas judías se asocia en la cultura popular a los «peruanos» (traficantes de alcohol que vivían en unas condiciones insalubres y que eran refractarios a las «buenos modales» de la sociedad blanca «civilizada»), a los
Hoggenheimer (operadores financieros cuyas actividades especulativas se consideraban la causa principal del empobrecimiento de los agricultores
afrikaners) o incluso a los «judeo-bolcheviques», acusados de adoctrinar a las personas trabajadoras negras y de incitarlas a la rebelión contra la minoría blanca.
Un informe de la fundación de la multinacional estadounidense Carnegie de 1932 dedicado a analizar las causas de la pobreza entre las personas blancas sudafricanas y en particular entre las
afrikaners se hace eco del antisemitismo reinante en la minoría blanca en la Sudáfrica del periodo de entreguerras. Como pone de relieve el historiador Milton Shain en su libro de 2015
A Perfect Storm. Antisemitism in South Africa [Una tormenta perfecta. Antisemitismo en Sudáfrica], la comisión encargada de estudiar «el problema de los blancos pobres» (6) «oían decir regularmente que, debido a su astucia, los judíos eran el origen de la difícil situación de los
afrikaners. Uno de los comisarios (Johannes Grosskopf, de la Universidad de Stellenbosch, cuyo informe constituye uno de los cinco volúmenes publicados sobre la cuestión de los “blancos pobres”), concluye también que “las transacciones comerciales judías provocan graves prejuicios. Personas tranquilas y sensatas de todas las regiones del país lo han confirmado varias veces”».
La abiertamente pronazi organización Ossewabrandwag (literalmente «centinela del carro de bueyes» en afrikaans) fundada en 1938 y símbolo del antisemitismo que se expresa entonces abiertamente en el seno de la sociedad sudafricana, consigue reunir a cientos de miles de miembros (7). Después de la Segunda Guerra Mundial varios dirigentes de Ossewabrandwag, que durante la guerra habían sido encarcelados por su activismo pronazi, se convertirán en destacados políticos bajo el régimen del
apartheid, como John Vorster, ministro de Justicia de 1961 a 1966 y después primer ministro de 1966 a 1978.
Ruth First y Joe Slovo, unidos por el Partido Comunista
Así, Ruth First crece en una sociedad racista, gangrenada por el antisemitismo y decidida a contener la «subversión roja» que Ruth encarnará unas décadas después siguiendo los pasos de sus padres que en 1921 participaron en la fundación del Partido Comunista de Sudáfrica, cuya sección de Johannesburgo dirigen.
Ruth First entra a formar parte de la Liga de los Jóvenes Comunistas en la Universidad de Witwatersrand y se convierte en cofundadora de la Federación de los Estudiantes Progresistas. En esta organización estudiantil radical milita junto a Ismael Meer y Joe Slovo, y también junto a los futuros dirigentes del Congreso Nacional Africano (African National Congress, ANC) como Nelson Mandela u Oliver Tambo. En 1946, con solo 21 años, Ruth First se manifiesta junto a 74.000 mineros negros durante una importante huelga en protesta por las condiciones laborales y para exigir mejores salarios. El año 1946 marca también el inicio de su carrera periodística y de su adhesión al Partido Comunista de Sudáfrica.

Foto: Ruth First y Joe Slovo, con sus hijas Robyn (i) y Gillian (d) (década de 1050) © Ruth First Papers Project
En 1949 Ruth First se casa con Joe Slovo (nacido en Lituania en 1926), que también es miembro del Partido Comunista de Sudáfrica y futuro dirigente de
la sección armada del ANC, Umkhonto we Sizwe (la «lanza de la nación», en zulú). De esta unión nacen tres hijas: Shawn, Gillian y Robyn.
117 días de cárcel y un libro
En 1953 Ruth First participa como militante política en la fundación del Congreso de Demócratas Sudafricanos (aliado del ANC) y en 1955 colabora en la redacción de la Carta de la Libertad, un texto fundamental en la lucha contra el régimen de
apartheid que se adopta durante un congreso popular con delegados de todo el país.
Desde 1946 a 1963 Ruth First no deja de documentar y de denunciar en su trabajo de periodista las condiciones de vida y laborales de las personas negras. Participa en varias movilizaciones contra las leyes discriminatorias impuestas por el régimen de
apartheid a la mayoría negra. Firma decenas de artículos para varios periódicos (
The Guardian,
People’s World,
Advance,
New Age,
Spark,
Fighting Talk, etc.) que el régimen de
apartheid irá prohibiendo uno tras otro.

Foto: Retrato hecho con ocasión de la adaptación de su libro
117 días (fecha desconocida) © Ruth First Papers Project
Pero estas campañas de censura no bastan para acabar con la determinación de esta militante, que concebía el periodismo como una herramienta al servicio de la lucha por la liberación de las masas oprimidas. Cuando en junio de 1962 pesa una amenaza de prohibición sobre el diario
Fighting Talk, del que es redactora jefe, escribe un editorial titulado «Nuestro deber tal como lo entendemos» (
Our duty, as we see it) en el que recuerda el sentido de su lucha y reafirma su determinación de luchar hasta el final: «Estamos comprometidas en la campaña contra el nazismo sudafricano y seguiremos haciéndolo todo el tiempo que sea posible. Hemos hecho campaña contra el representante local del nazismo, el Partido Nacional. Seguiremos haciéndolo. Hemos luchado por la nueva Sudáfrica definida por la Carta de la Libertad. Seguiremos haciéndolo. Hemos trabajado en favor de la unidad de todas las personas demócratas sudafricanas y de todas las personas ávidas de libertad, por la causa común de la destitución del gobierno actual y de abrir la vía a la democracia para toda la población, Seguiremos haciéndolo».
Como respuesta a la militancia de Ruth First, el régimen de
apartheid intensifica la represión contra ella. En 1956 es juzgada por «alta traición» junto con otras 155 personas acusadas. Aunque es absuelta, vuelve a ser encarcelada siete años después, en 1963, gracias a la llamada «ley de los 90 días», en virtud de la cual cualquier persona sospechosa de querer atentar contra la seguridad del Estado podía ser encarcelada «preventivamente» durante 90 días sin un juicio previo. Ruth First pasa finalmente 117 días en un confinamiento estricto y en aislamiento. Cuenta su experiencia en la cárcel en un libro titulado 117 días, que se publicó en Londres en 1965 (8).
«Privilegio blanco» y «política revolucionaria»
En este libro Ruth First describe detalladamente los mecanismos de tortura psicológica utilizados por el régimen de
apartheid, la instrumentalización de la religión para justificar la dominación blanca (la Biblia era el único libro autorizado en la cárcel), pero también el trato inhumano que las carceleras (blancas) de la cárcel infligían a las mujeres negras. Testimonio de ello es este sobrecogedor pasaje del libro: «[Las carceleras] Llamaban a las mujeres africanas “serpientes negras, chicas
kaffir [insulto racista a las personas negras, N de la R.], prostitutas negras, monos y basura negra”, como si estos insultos las reafirmaran en su sentimiento de superioridad respecto a seres considerados inferiores y delincuentes».
Su encarcelamiento también es una oportunidad para que la periodista y militante política reflexione sobre el papel que las personas blancas militantes desempeñan en la lucha contra el régimen racista y supremacista de
apartheid. Ruth First escribe en su libro: «Nosotras, las personas blancas que estamos comprometidas en la política de protesta junto personas africanas, indias y “de color” [término que desde la colonización británica designaba a las personas mestizas, N. de la R.], llevábamos una vida muy provocativa. Nuestra conciencia permanecía sana en una sociedad abrumada por el sentimiento de culpabilidad. Sin embargo, poco a poco la vida de nuestro grupo se volvió cada vez más esquizofrénica. Estaba la buena vida que nos garantizaba el privilegio blanco y, al mismo tiempo, una inmersión completa en una política revolucionaria y el desafío de los valores de nuestro propio grupo racial. A medida que se intensificaba la lucha, los privilegios propios a la pertenencia al grupo de las personas blancas se vieron eclipsados por el precio que se nos hacía pagar por nuestra participación política».
A pesar de las presiones y amenazas (incluso a sus hijas) de sus carceleros, Ruth First no delata a sus compañeros. Bajo el peso de la tortura psicológica, la presa trata de poner fin a sus días.
Unos meses después de haber sido puesta en libertad, Ruth First parte al exilio. El 14 de marzo de 1964 abandona su país natal con dos de sus hijas, Gillian y Robyn, para ir a Londres, donde se reunirán con Joe Slovo (exiliado desde 1963), su hija mayor Shawn y los padres de Ruth.
Acabar con el mito de «la misión civilizadora»
En el exilio continúa con su lucha contra el
apartheid utilizando un arma particularmente temible: su pluma. Ruth First denuncia en varias obras publicados desde mediados del a década de 1960 la abrumadora responsabilidad de las potencias occidentales en el mantenimiento y perpetuación de la supremacía blanca y del colonialismo en África Austral (Sudáfrica, África del Sudoeste, Rhodesia), pero también en las colonias portuguesas, donde unas guerras de liberación largas y sangrientas llevarán a la independencia de Guinea-Bissau y Cabo Verde, de Angola y Mozambique.
En
The South African Connection [La conexión sudafricana], un libro que tiene el evocador subtítulo de «Las inversiones occidentales en el apartheid» y que se publicó en 1972, Ruth First, Jonathan Steele y Christabel Gurney describen minuciosamente la complicidad de las empresas multinacionales y de los
Estados occidentales, así como de Japón, en la consolidación del
apartheid sudafricano.

Foto: Ruth First y Winnie Mandela (fecha desconocida) © Ruth First Papers Porject
En
Portugal’s Wars in Africa [Las guerras de Portugal en África], una obra de unas treinta páginas con vocación pedagógica publicada en 1971 por el Fondo Internacional de Defensa y Ayuda a África Austral (International Defence Aid Fund, IDAF por sus siglas en inglés), Ruth First desmonta metódicamente la propaganda colonial sobre los supuestos beneficios de la
«misión civilizadora» europea: «Lo que el colonialismo portugués no aportó a sus súbitos africanos a lo largo de siglos, el PAIGC [Partido Africanos para la Independencia de Guinea y Cabo Verde, N. de la R.] les ha ayudado a construirlo por sí mismos en menos de una década. Solo dos años después de que empezara la guerra de liberación, el PAIGC publicó unas directrices para la creación de escuelas y la difusión de la educación en todas las regiones liberadas. […] Los efectivos aumentan cada año. Como en el caso de la educación, los servicios sanitarios que en unos pocos años ha establecido el PAIGC son superiores a todo lo que se había hecho durante el periodo colonial».
Su contribución al pensamiento de Nelson Mandela
Según el historiador Gerald Horne (9), Ruth First contribuyó a conformar la trayectoria ideológica y política de Nelson Mandela. Según Horne, la experiencia de Mandela «con personas como Ruth First le ayudó a abandonar su anticomunismo inicial», de modo que es lógico que Ruth First escribiera en 1965 el prefacio a la recopilación de discursos y artículos de Nelson Mandela titulado
No Easy Walk to Freedom. Para Ruth First, que entonces se encuentra en el exilio, supone una oportunidad de rendir un emotivo homenaje a su camarada de lucha que se encontraba cumpliendo una larga condena de cárcel en la prisión de Robben Island: «El preso político es la víctima más maltratada de un orden que alimenta un insensible desprecio por el sufrimiento humano. Pero también es el revolucionario sitiado que lucha en su propio campo de batalla, en caso necesario por medio de la huelga de hambre, y en la isla [de Robben Island] ha habido varias, aunque la prensa mundial no se haya hecho eco. Cada preso sabe que su condena no es el final del combate, sino un nuevo punto de partida en un mundo en el que cada encuentro con un carcelero es una nueva confrontación con el orden opresivo y en el que la autoridad, armada de reglamentos absurdos, de metralletas y de vallas electrificadas, tiembla ante la resistencia, el optimismo y la capacidad de lucha de los hombres que ella ha enjaulado. A través de los muros de la cárcel se susurra que el preso político Mandela es tan magnético como lo fue el orador de masas y el comandante político clandestino, y que sigue irradiando la confianza, la fuerza y la autoridad moral que sostuvieron la lucha por la libertad de África en sus días más difíciles, y que con el tiempo derribarán el sistema del
apartheid».
El año anterior Ruth First había escrito el prólogo de
The Peasants’ Revolt [La revuelta de los campesinos], una obra de Govan Mbeki, otro líder de la lucha contra el
apartheid encarcelado también en Robben Island. Ruth First escribe varias obras en su exilio en Londres, como
The Barrel of a Gun [El cañón de un fusil] publicada en 1970 y sin lugar a dudas el más célebre de sus libros. La autora se propone analizar en esta obra «la intervención de las armas en la política» en un contexto posterior a las independencias que estuvo marcado por varias decenas de golpes de Estado en África.

Foto: En Trafalgar Square, Londres (fecha desconocida) con el retrato de Nelson Mandela © Ruth First Papers Project
Ruth First es un espíritu libre y no duda en manifestar sus desacuerdos con la línea oficial del Partido Comunista de Sudáfrica, lo que le vale recriminaciones e incluso amenazas de expulsión por parte de sus camaradas. Denuncia también las intervenciones del Ejército Rojo en Hungría en 1956 y en Checoslovaquia en 1968, y apoya a Eritrea en su guerra de independencia contra Etiopía.
Una obra «más sólida que las bombas»
En 1972 Ruth First obtiene un puesto de investigadora en la Universidad de Manchester y en 1974 el de profesora en la Universidad de Durham. No obstante, la masacre de Soweto en 1976 acaba de convencerla de que su apoyo a la lucha contra el
apartheid se tiene que dar en África, lo más cerca posible e las personas que luchan contra este régimen. En 1977 vuelve a África Austral, a la capital del Mozambique recién independizado, Maputo, donde es nombrada directora de Centro de Estudios Africanos (CEA) de la Universidad Eduardo Mondlane. Como directora del CEA, anima a estudiantes e investigadores a contrastar su trabajo teórico con la realidad sobre el terreno en un país devastado por varios siglos de colonización.
El 17 de agosto de 1982, al día siguiente a la celebración de una conferencia internacional de la UNESCO organizada en Maputo, Ruth First muere al abrir una carta bomba enviada por asesinos a sueldo del régimen de
apartheid. Craig Williamson, un agente de la policía sudafricana (South African Police, SAP) es quien da la orden de asesinarla.
Seis días después su marido, Joe Slovo, sus hijas Shawn, Gillian y Robyn, su madre, Tilly, además de otras 3.000 personas asisten a su funeral en el cementerio de Llanguene de Maputo. Albie Sachs, militante en contra del
apartheid que, como Ruth First, había decidido instalarse en Mozambique en 1977 y trabajar como profesor de derecho en la Universidad Eduardo Mondlane tras un exilio de diez años en Londres, pronuncia un discurso memorable en homenaje a su difunta amiga, camarada de lucha y colega. Tras rememorar a aquella que «utilizó todas las ventajas de las que disponen las personas blancas para alimentar la lucha a favor de la emancipación destruyendo las barreras entre las personas negras y las blancas« (10), Albie Sachs describe la personalidad de Ruth First como fruto de tres contradicciones: «La primera, ser una persona blanca en un movimiento negro, la segunda pertenecer a la clase media en un movimiento obrero y la tercera ser una mujer en un entorno político masculino».
Marcelino dos Santos, vicepresidente de Mozambique y representante del Frente de Liberación de Mozambique (FRELIMO, el partido en el poder
hasta la fecha), también presente en el funeral, se inclina ante la tumba de su amiga Ruth, «una luchadora sudafricana por la libertad que reforzaba la unidad entre los pueblos mozambiqueño y sudafricano». Moses Mabhida, presidente del Partido Comunista de Sudáfrica, recuerda por su parte que
«Ruth First luchó por la unidad inquebrantable de la teoría revolucionaria y de la práctica revolucionaria. Ha dejado tras de sí una obra sólida que las bombas, por muchas que sean, no podrán destruir».
Bouna Mbaye es militante, miembro de la Ligae Panafricana-Umoja (LP-U) y de la Brigada Panafricana por Palestine.
Notas:
(1) Alan Wieder,
Ruth First and Joe Slovo in the War Against Apartheid, NYU Press, Monthly Review Press, 2013.
(2) Gedeon Shimoni,
Jews and Zionism: The South African Experience, Oxford University Press South Africa, 1980.
(3) La expresión «tormenta antisemita» hace referencia a una obra del historiador Milton Shain dedicada a la cuestión del antisemitismo en Sudáfrica en el periodo de entreguerras titulada
A Perfect Storm: Antisemitism in South Africa 1930–1948, Jonathan Ball, 2015.
(4) Milton Shain,
The Roots of Antisemitism in South Africa, University of Virginia Press, 1994.
(5) Milton Shain,
A Perfect Storm. Antisemitism in South Africa (1930-1948), Johnathan Ball, 2015.
(6) Sobre este punto, véase también Tiffany Willoughby-Herard,
Waste of a White Skin.The Carnegie Corporation and the Racial Logic of White Vulnerability, University of California Press, 2015.
(7) Christopher Marx,
Oxwagon Sentinel: Radical Afrikaner Nationalism and the History of the Ossewabrandwag, University of South Africa Press, 2008.
(8) N. de la t.: El libro ha sido traducido al castellano por Silvia Arana: en edición digital publicada en 2015 por la
Ediciones Dyscolo y en papel publicada por
Boltxe Liburuak en 2017.
(9) Gerald Horne,
White Supremacy Confronted: U.S. Imperialism and Anti-Communism vs. the Liberation of Southern Africa from Rhodes to Mandela, International Publishers, 2019.
(10) Alan Wieder,
Ruth First and Joe Slovo in the War Against Apartheid, Monthly Review Press, 2013.
Texto en francés:
https://afriquexxi.info/Afrique-du-Sud-Ruth-First-militante-infatigable-de-la-lutte-contre-l-apartheid Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.