¿Pueden el cine o el arte estar al margen de la política?La Literatura es lo que hace un pobre fósforo cuando se enciende a mitad de la noche en medio de un campo. No sirve para iluminar nada, sólo sirve para ver un poco mejor cuánta oscuridad hay alrededor. WILLIAM FAULKNER
Todo lo sólido se desvanece en el aire; todo lo sagrado es profano, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas. ENGELS / MARX
No hagas el bien si no tienes la fuerza para soportar la ingratitud. CONFUCIO
El II Ciclo sobre la vida y la obra de Wim Wenders, desde la bóveda interdisciplinaria de La Fábrica de Sueños, vía Cine-Club Al filo del Tiempo, se cierra aquí con
Perfect Days (2023) o
Días perfectos, filme minimalista que describe la historia de un limpiador de baños, atípico (va en carro a su trabajo, para empezar); trabajo sobre la duración que se limita a mostrar lo que sucede en su rutina o jornada laboral, sin reflexiones de ningún tipo; en fin, obra que obliga a preguntarse si ¿pueden el cine o el arte en general estar al margen de la política, aunque de paso y por contraste permita inferir que si aquel no está al margen de la literatura tampoco podrían estar ambos de la política? Así tal vez el cineasta alemán no se haya hecho la pregunta, ello no obsta para afirmar lo que sostenía Orwell: “La opinión de que el arte no tiene que ver con la política es ya en sí misma una actitud política”. Máxime cuando se sabe que toda persona, todo ciudadano, todo trabajador está inmerso en la
polis, raíz de la
política.
Perfect Days representa a su modo una transferencia de identidad de WW a Hirayama, protagonista del filme, ya sea desde la filosofía, la política, la cultura y en especial la música: toda la que escucha en casetes le viene por ósmosis de WW, quien al describir la forma en que aquél
elige la música que escucha, dijo algo que lo remite a sí mismo, no al personaje/eje japonés: “Tal vez se está aferrando al pasado. Pero también se aferra un poco a su juventud y le encanta esa música. Elige en las mañanas exactamente lo que va a escuchar ese día y no es al azar”. Por otro lado, describe al autor del tema
Perfect Day, leitmotiv sonoro de la película, Lou Reed, como
una voz poderosa de ella. La que justo es decirlo se inicia con un clásico del grupo
The Animals:
The House of the Rising Sun o
La casa del sol naciente, del cual luego se presentará una (subversiva y chabacana) versión japonesa que hace ruborizar hasta al más vil de los atrevidos y no deja indiferente ni al menos dotado de los ingenuos (1).
Para cerrar, política viene del griego
politikós que significa
de los ciudadanos o
del Estado, siendo a su vez el adjetivo de pólis = ciudad, pero también Estado ya que en la Grecia clásica la ciudad era la única unidad estatal, al menos hasta la época de los macedonios, que lograron unir a Grecia bajo un reino. Téngase en cuenta que, además,
pólites o
ciudadanos viene de la raíz indoeuropea
pohl o
lugar cerrado, como
pur, puram, en sánscrito es
ciudad o en lituano
pilis =
fuerte: similar a la voz
gharto o
encerrar (de ahí, ghetto) que en lenguas germanas y romances devino
jardín, aunque en las lenguas eslavas acabaría como
ciudad por
grad (Leningrad) o
gorod (Nóvgorod, de novi, nuevo, y gorod, ciudad) (2). El sucedáneo latino de pólis sería
civitas y de politikós,
civilis, del cual deriva
civil. Como se dijo, la ciudad era la unidad estatal griega, una de carácter democrático, en tanto de, por y para el pueblo, hecho del cual Atenas fue pionera en la historia tal como lo revela Platón en
La república (3)
.Esto no es gratuito y lo interesante viene ahora pues todo lo relativo al Estado concernía a todos los ciudadanos/habitantes de la ciudad con poder civil. Así, los griegos empezaron a llamar a estos temas
politikoí en oposición a los temas personales e intereses privados de los ciudadanos a los que se llamaba
idiotikós o
privados. Más tarde, los hombres sin interés en los asuntos relativos a la pólis fueron llamados
idiotes, y
aún no se pensaba en el
todes de hoy, que era igual a
ciudadanos privados, pero, además,
incultos o
no conocedores de las artes, para derivar siglos más tarde en el calificativo de
idiotas, es decir, como los de ahora. En la actualidad, la palabra
político ha caído en desgracia a causa de los políticos pues quieren hacer creer a los pueblos que lo suyo es profesión o carrera. Fácil se ve que esto no es así y que tantos de los que se autodefinen como tales apenas son idiotas ya que no se reflejan en lo pertinente a la idea de ciudad o Estado o estadista o ideólogo, sino a sus propios intereses.
Así que cuando la gente grita ahora
¡fuera todos los políticos! o
¡que se vayan ellos!,
rápido puede detectarse que no hay destinatario concreto pues dado el sentido griego de la palabra, en muy pocos países es posible hallar a político alguno que se ocupe de la ciudad o del Estado y, menos bien, apenas de sus intereses particulares o de llenar sus bolsillos. La crisis política universal sólo tendrá remedio el día en que los funcionarios empiecen a pensar políticamente en lo que atañe al Estado, sin siquiera pensar en saquearlo y lo dejen al margen de su esfera privada. El protagonista de
Días perfectos, Hirayama, por fortuna no corresponde a ese tipo de gente inherente a la corrupción. Él hace el bien o, pese a su triste pasado, trata de hacerlo. Quizás sólo sea un fósforo que se enciende a mitad de la noche y que, como la literatura, el cine o el arte en general, no sirva para iluminar nada, aunque sí para ver mejor la oscuridad circundante. Hace el bien sin pensar siquiera en si tiene o no fuerza para soportar la ingratitud.
No le importa. Sólo se ocupa de la inmediatez, su vida tranquila, el oficio que eligió. Vive sin mucho, como quien se conforma con poco. Acumula, v. gr., archivos de fotos analógicas; brotes de árboles tomados en los parques; desde
Las palmeras salvajes de Faulkner hasta Highsmith pasando por Aya Kōda. No se siente enajenado, envilecido ni humillado con su trabajo, como se lo hace saber a su hermana Keiko, la madre de Niko, en su reencuentro. Con ésta, su sobrina, a propósito, fotografía árboles en los parques, va a los baños públicos (sobre todo, para mayores), anda en bici: o sea, lleva una vida tao, basada en el presente de los niños (intemporales e inmortales) a los que no agobia el pasado ni se ocupan del futuro. Hirayama vive desconectado de radio, TV e Internet, y eso está bien, según sea quien mire. Lo raro es que se conserve como en un limbo vital, pero no político o en un limbo político, pero nada vital y no es que se trate de un idiota político: aun así ¿cómo permanecer al margen de todo?
Lo que, para terminar, lleva a inquirir: ¿puede el cine y, en general, el arte estar al margen de la política? Tal vez sí, en el contexto del filme de WW, por las condiciones diegéticas del mismo. Pero, en la vida real, no. Todos los seres humanos se mueven dentro de una caótica y asfixiante atmósfera política que a nadie deja de acosar y puede llegar hasta la alienación y la muerte, por vía indirecta y/o por suicidio. La existencia de Hirayama, aunque resulte creíble, e incluso verosímil, a la vez obliga de forma automática a dudar de esa especie de urna de cristal en la que se mantiene: sus rutinas son, valga la tautología, rutinarias en exceso. Lo que, por contraste, a su vez, lleva a pensar en la excesiva improvisación del guion, el manejo de la historia y lo que cede WW al aseador. Va a los baños públicos, carga mil llaves de las que usa pocas, come idéntico sándwich c/u de sus días, se topa al mismo personaje en el parque o en la calle, lee cada noche un trozo de libro hasta que cae fulminado por el sueño.
Por contraste, y para equilibrar las cargas,
Perfect Days es un filme que
contiene una cuota minimalista, un trabajo fílmico sobre la duración, como en Erice y
El sol del membrillo, o en Kubrick y
Ojos bien cerrados, o en Kim Ki-Duk y
Primavera, verano, otoño e invierno… y primavera; en fin, una obra cinematográfica que en sí misma es política así se remita a lo más anodino en la vida de un hombre que limpia baños. Al cabo, esa existencia repetitiva y rutinaria conduce, por vía de la dialéctica, a proyectar en nuestra memoria todo lo contrario de lo que se nos muestra: una vida de privaciones, exenta a su paso de hiperconsumo o sometida al factor tiempo, resistente a la alienación y al acoso de todo lo que el Sistema en sí mismo representa para los pueblos y en concreto para cada trabajador, persona, sujeto o ciudadano, para dejar claro, así no lo muestre el filme, se reitera, que nadie está libre, al margen o por fuera de las redes políticas, así no oiga radio, vea televisión o entre a Internet…
Lo que recuerda que, en efecto, como dirían Marx y Engels, antes de Marshall Bergman, todo lo sólido se desvanece en el aire, lo que es sagrado a la vez es profano e Hirayama, algún día, se verá forzado a considerar de forma serena, o exaltada, sus condiciones de vida y sus nexos recíprocos, así de momento no los tenga o se le hayan extraviado. Tal vez el único nexo que le queda es con Mama y su ex marido, Tomoyama, quien después de que Hirayama lo ha visto abrazado con aquélla le cuenta que es su ex mujer, a la que no se topa en siete años y que un año antes abrió su restaurante tras divorciarse de él. Uno y otro fuman y beben cerveza a la orilla del río y juegan a las sombras: asunto serio, pese a las apariencias, detrás del cual está
El elogio de la sombra (1933), de Junichirō Tanizaki (4), sobre la esencia de Hirayama y sus sueños, cuyos recuerdos e imágenes se intercalan en b/n a través del metraje: v. gr., cuando ha visto al mendigo que pasa la calle y al día siguiente se revela en el sueño que tuvo.
En él, Tanizaki expresa que para Occidente (y el
Webster Dictionary) la belleza siempre se vinculó a blancura, brillantez y luz, de la s
uciedad blanca, mientras lo negro, opaco u oscuro, a la etnia (que no raza porque la única es la Humanidad) negra, como muy bien lo recuerda una de las víctimas centrales de la discriminación, el racismo, la xenofobia: Muhammad Ali, ex Cassius Clay, con el mejor humor posible para semejante caso de intolerancia (5). Dentro de la estética tradicional japonesa la clave está en captar el enigma que encierra la sombra. La belleza no es tal cosa en sí misma, sino una mixtura/juego de claroscuros producido por la yuxtaposición de las distintas sustancias (o sujetos: Hirayama/Tomoyama) que forma la sutil lúdica de las modulaciones de la sombra. Aquí, en el epílogo, es que
Perfect Days pasa de lo trivial a la trascendencia para mostrar que una cosa es la apariencia y otra la sustancia de seres y objetos. El proceder de Hirayama tiene una esencia política, así no sea mostrada…
Porque quizás lo que más interesó a WW fue la postura tao de Hirayama que pese a contar muy poco logra construir un mundo. El de vivir el presente y las pequeñas cosas, de que habla Serrat con respecto a los recuerdos; el elogio a la rutina de un hombre solo y hacedor de silencio que se priva de muchas cosas; el valor de esa misma persona que aun así madruga, sonríe y vive feliz. Y al que poco le importa la monotonía de sus actos: se lava los dientes, corta el bigote, riega las plantas, limpia/ordena su casa, lleva el mismo uniforme cada día, saca café de la misma máquina, maneja una furgoneta para ir a limpiar baños: hecho que parece no coincidir con sus ingresos, como lo evidencia el tener que vender un casete para echarle gasolina. Todo ello, incluida la postura tao, parece resumirse en el paseo en bici de Hirayama y su sobrina Niko, cuando aquél le enseña taoísmo sin pretenderlo: primero le dice
ahora es ahora y luego
la próxima vez será la próxima vez y no ésta porque ya está pasando.
Mejor dicho, ya pasó, se agrega. Lo mismo que pasa con el pasado, el presente y el futuro: uno ya pasó y sin embargo pesa; otro parece estar, pero ya no está; y uno más no ha llegado. De lo que se infiere que lo relevante es el momento, el ahora, lo que ya se desvanece ante nuestros ojos, aunque se pretenda estar haciendo/construyendo algo. Esto lleva a que, si se sabe buscar, en lo más rutinario/cotidiano puede estar, y de hecho está, la trascendencia; si se sabe mirar, en lo más nimio puede hallarse la belleza: por eso se dice que la belleza muchas veces no está en lo mirado, sino en quien mira. Para las Olimpíadas de Tokio 2020, que debido a la plandemia del virus/negocio por decisión del primer ministro japonés Shinzō Abe y el Pte. del COI Thomas Bach sucedieron al fin entre el 23.jul y el 8.ago.2021, tras el abandono de Australia y Canadá, los nipones encargaron diversos baños públicos con variados diseños de vanguardia: con el Covid, dicha apuesta corría el riesgo de ser archivada.
Entonces, el amigo de WW y productor y coguionista de
Días perfectos, Takuma Takasaki fue invitado por aquél a Tokio con el fin de visitar dichos baños públicos pues de ahí podría surgir una serie de fotos para una exposición o un documental. Al ver los baños WW desechó tales ideas y de inmediato pensó más bien en un filme de ficción. La sinopsis no tiene misterio alguno: un ser humano ya mayor y solitario va de un sitio a otro en su furgoneta para limpiar, sin reparos, cuanto baño se le presenta por el camino en el exclusivo barrio Shibuya de Tokio. Aún no es posible saber cuán viable y altruista resulta su empeño, pero él está dispuesto a hacer su pequeño aporte al cambio de las cosas, a mejorar el entorno, a salvarse a sí mismo. Porque, aunque no se diga gran cosa y todo parezca programado con deliberación, la liebre de la sorpresa irá saltando de vez en cuando hasta que Hirayama pueda sentirse satisfecho con sus pequeños o grandes logros, según el prisma con que se mire su aporte a la sociedad.
El orgullo por su trabajo se expresa en su rigor, esmero y exactitud, sin obviar su honestidad. Takashi, su asistente, por contraste, es presa de la tardanza, el ruido, la desidia. Un día Aya va por el baño que Takashi limpia y se afana por acabar. Busca irse con ella, pero su moto se vara, por lo que pide a Hirayama que le preste su furgoneta. Al decir Aya que Takashi puede quedarse con ella mientras labora en un bar, él grita que está en la ruina. Luego, sin que Aya se entere, extrae un casete de Pati Smith del que es dueño Hirayama y lo mete en el bolso de su
novia. Al descubrir Takashi lo caros que son los casetes de su jefe le insta a venderlos, pero Hirayama se niega y a cambio le da algo en efectivo, dinero que, todo hay que decirlo, jamás le devuelve. Esa noche al quedarse sin gasolina se ve impelido a vender un casete para suplir la carencia. Hirayama juega
tres en raya con un extraño tras descubrir un papel en un cubículo. Al almorzar cruza miradas con una mujer que hace lo mismo en una banca al lado…
Para un filme minimalista, este minimalista ensayo sobre sus distintas/complejas vertientes. Grosso modo, el minimalista es aquel cine de vanguardia que reduce al mínimo necesario el tema igual que la técnica de cine (6). Y, valga la paradoja, WW lo hace de modo maximalista pues su largo dura 123 minutos. En dicho metraje hace lo opuesto a lo que Ch. Parker hacía con su saxo, que era meter muchas notas en el más breve espacio. WW, con un mínimo de
acciones, proyecta un universo de sentidos. Las obras de dicho género no van sobre el hecho de filmar, sino que más bien giran en torno a la propia sustancia material de filme y pantalla. WW hace que su protagonista muestre al detalle todo lo que hace en un día de labor, pero nadie lo perciba de igual forma. El filme pasa, por un lado, como acto realista al extremo y, por otro, como si no fuera una ficción o se tratara del filme ideal a la Preminger: uno en el que no se note al director ni el espectador note que aquél hace algo de un modo deliberado…
Aunque, por supuesto, WW hace todo de manera deliberada pues, para seguir con Preminger, en eso consiste la dirección (7). Ha dirigido su filme con tanta simplicidad que pareciera no advertirse nunca o, en todo caso, advertirse muy pocas veces, un movimiento de cámara o un cambio de plano, e incluso un encuadre atípico, con lo cual ha tocado el éxito real de la dirección. Ello es posible inferirlo al cruzar la simplicidad con la vida austera de Hirayama: duerme en un colchón sobre el piso, observa mucho más de lo que habla, oye música en casetes de los 70 y 80 del XX, cada día labora en lo mismo después de tomar el mismo café, e inicia su labor luego de idéntico ritual: asoma a la puerta, mira al cielo, sonríe con gratitud. Le apasiona la música y la literatura, igual que los árboles y la fotografía, todas, curioso, aficiones del propio WW, que éste de manera hábil transfiere a su protagonista, gracias también al coguionista Takasaki. Kōji Yakusho, Mejor Actor en Cannes, encarna a Hirayama.
Sin hablar casi ni creer en la proxemia, Hirayama se convierte en un ser de carisma natural, no impostado, de un filme cuya narrativa es mínima: aun así avanza sin afán y sin descanso al sumar ínfimos detalles, gestos imperceptibles, fugaces encuentros. En lo básico, tres: con su sobrina, Niko, de quien se alejó por la mala relación con su madre, Keiko, o su hermana. Con ésta, que llega a su barrio pobre con chofer y carro de lujo, se sorprende por el modus vivendi de él y ante todo por el oficio al que se dedica y, por último, lo invita a hacer aquello por lo que quizás dejó todo atrás: visitar a su padre, del que alega que
ya no es como antes. Frente a tal invitación, su hermano parece impasible, pero la procesión viene por dentro: así, al asomar las sombras de un pasado que aún lo lacera, llora sin consuelo tras abrazar a Keiko. El tercero, con el ex marido de Mama, Tomoyama, quien padece cáncer, está a tiro de morir y decide pedirle perdón pues lo asiste la ilusión y lo pone frente a la luz al final del túnel…
En el epílogo de
Días perfectos (un contrasentido ya que no los hay) es cuando Hirayama y Tomoyama juegan a las sombras para recordar que, a diferencia de Occidente y, en especial, de EE.UU, Israel e Inglaterra, en Japón las sombras son consideradas parte de la belleza, como lo permite comprobar su reserva artística, según expresa Tanizaki en su ensayo ya citado y en el que al presentar un símil por el cual lo mismo que una piedra fosforescente en la oscuridad perdería toda su fascinante sensación de joya preciosa si fuera expuesta a plena luz, la belleza pierde toda su existencia si se suprimen los efectos de la sombra. Así, desarrolla esta idea nuclear del pensamiento oriental clave para entender el color de las lacas, la tinta o los trajes del teatro Nō; para prevenir contra la idea de que no todo lo que brilla es oro; para captar la belleza en la llama vacilante de una lámpara y descubrir el alma de la arquitectura a través del grado de opacidad de los materiales e igual el silencio y la penumbra del espacio vacío.
Para concluir, no puede ignorarse la música incidental escogida para
Días perfectos ni omitir uno de los filmes/paradigma del minimalismo, para medir mejor el calibre del homólogo filme cuya historia ocurre en Japón, país escogido por otros cineastas alemanes como Doris Dörrie, quien rueda otro excelso ejemplo:
Flores de cerezo (2007)
(8). A este se agrega otro que lo precede en su gesta, nada menos que
El diario de un cura rural (1951), de R. Bresson, basado en la novela de George Bernanos y parte de una trilogía sobre la soledad que continúa con
Un condenado a muerte se ha fugado (1956), minuciosa adaptación del autobiográfico de André Devigny que narra cómo en 1943, durante la ocupación alemana de Francia en la II GM, el Tte. Fontaine es llevado a la cárcel de Montluc para ser ejecutado, pero logra fugarse con otro preso, y
Pickpocket (1959), la historia de Michel según
Crimen y castigo que eleva el robo a la categoría de arte, sin que eso implique apología alguna del delito citado.
Por último, para parte de una crítica proclive al sistema de entretenimiento hegemónico,
Días perfectos, aparte de un declarado tributo de WW a su maestro Yasuhiro Ozu, es un
revulsivo que recuerda cómo en los actos más nimios, diarios, repetitivos y en apariencia insulsos hay en contra luz y alegría y que, si se mira sin afanes, la rutina encubre sorpresas (9). Ello sólo en parte es cierto, porque detrás de la vida en apariencia modélica de Hirayama subyace el dolor, la angustia, el extravío, factores todos nada despreciables que él trata de conjurar para poder existir de una manera quizás menos
ejemplar,
aunque más a tono con el tipo de ser humano de paz, cultura, emprendimiento, que representa: con todo y la
programación mental que se le atribuye a la cultura nipona sobre deber y servicio a la comunidad, por encima de cualquier necesidad personal o individual (al menos en teoría). Aun así, Hirayama y su actuar nos demuestran que es casi imposible separar al cine o al arte de la injerencia de la política…
Mientras suena Nina Simone con su
Feeling Good o
Me siento bien, al fondo se ve a Hirayama emocionado, mientras maneja su camioneta y evidencia total empatía/sinergia (10) con la letra que refiere temas como la esperanza y el bienestar, buenos comienzos y finales que aun no siendo gratos enseñan, el sentirse a gusto con la vida, la Naturaleza, la libertad, mientras él suelta anclas para llevar una vida basada en la realidad del momento, y en un presente continuo que se regocija en la belleza de lo cotidiano, así sea a cada tramo asediado por la rutina y sus no siempre gratas sorpresas. Mismas que, no obstante, en tanto evidencia de una crisis, ayudan a crecer a quien la padece gracias a su voluntad de poder, a su impulso vital, a su tenacidad para no ceder ante el oprobio, la ignorancia, la maledicencia y todo lo demás que enfrentan a diario los seres humanos en una sociedad y, más allá, en un sistema y también contra el Sistema que los oprime/agobia y explota, pero oculta o niega sus fechorías.
Y quizás por ello Hirayama parece un sujeto sumido en esa tónica o atmósfera enrarecida, tóxica, negativa, pero no por influencia de una eventual teoría de autoayuda sino de la perfidia de una estricta/nociva realidad socio/política y económica. De la que aquél parece no estar enterado, toda vez que al fin y al cabo es producto de un guion bastante improvisado y de última hora como para que el personaje central no pudiera tener autonomía en tanto eso: es decir, en tanto protagonista de una historia compleja que deviene fácil de percibir/captar y/o entender, y al revés; pero, que por manes del cine minimalista parece perder peso en cuanto filosofía para irse a favor de la insoportable levedad del ser que parece no remitirse jamás al oficio de las necesarias reflexión, disensión y crítica: todas vistas hoy como un peligro por el prurito del imperio gringo/sionazista que pretende imponer a toda costa el pensamiento único, pero que por la ruta sinuosa que atraviesa no ve el peligro que él mismo desata en su contra.
Como hoy puede verse a través del
conflicto en Medio Oriente causado por EE.UU y la OTAN e Israel, pero que esos mismos países y dicha
organización plantean como tal, cuando en realidad se trata de una invasión y, en últimas, de un genocidio (11), no sólo en Gaza, sino en Líbano, y ahora en su caprichoso/polémico próximo destino: Cisjordania (12). No puede olvidarse, a propósito de guerras creadas por EE.UU, para servir a sus propios intereses belicistas, que Japón fue la primera víctima histórica del Imperio como experimento pionero de una bomba atómica, en Hiroshima y Nagasaki, es decir, una bomba atómica duplicada para asegurarse del desastre a causar, del horror a imponer, de la debacle a generar. Y ese es el país al que ahora WW vuelve para narrar la historia de un hombre sencillo, sin afugias visibles, con espíritu y alma al parecer intactos. Pero es que, así como la rutina puede ofrecer sorpresas, los humanos pueden verse al tiempo desarraigados sin que lo noten o lo descubran.
En cambio, algo por descubrir se relaciona con la música elegida para el filme por WW que luego se apropia Hirayama, sobre todo con Lou Reed y
Perfect Day (13), tema nodal del filme, Nina Simone y
Feeling Good, en fin,
Día perfecto a la
Komorebi. Al describir un
día perfecto, Reed intercala:
Es por ti que aguanto (You Just Keep Me Hanging On) y
Pensaba ser otro, alguien bueno (I Thought I Was Someone Else, Someone Good) que sugieren una ilusión, no clichés, una ironía, también: la que remite a la felicidad o infelicidad angustiante de la nostalgia a menudo sentida mientras se vive un suceso. Nina Simone, por su lado, con
Feeling Good conduce a la idea de Sísifo por la cual cada día hay que partir de cero, de ahí:
Es un nuevo amanecer, un nuevo día, es una nueva vida para mí. (14) En la coda suena
Perfect Day, versión…:
Komorebi es la palabra japonesa que refiere el resplandor de luz y sombra creado por las hojas al oscilar en el viento. Sólo existe una vez, en ese momento. Nada más.
Igual a las
flores del cerezo que tienen una vida tan efímera como la que muestra Doris Dörrie en su filme así llamado a través de la voz
Ukiyo-e. Esta
se compone de tres ideogramas que aluden a las voces
flotante, mundo y
pintura y que, literalmente, significan
pintura o
grabado del mundo efímero, lo que por coincidencia remite a
Días perfectos y a la idea que se tiene de los cerezos y sus flores como la expresión más bella de lo fugaz, según explica alguien a Rudi, el protagonista hombre del citado filme alemán (15): un día aparecen y al otro ya no… aunque siempre están. La ausencia no significa no estar; estar no entraña presencia: a veces, la ausencia es la forma más potente de presencia, y al revés. Hirayama, a propósito, parecería no estar en ninguna parte, ser
el hombre que nunca estuvo (el de Jarmusch), (16) no obstante se le ve siempre entregado a su oficio, sin rechistar, y convencido tanto del servicio que presta como de las recompensas que obtiene, como la de ese niño que le sonríe por sacarlo del baño.
Otro símil posible de establecer en
Días perfectos, por último, sería el derivado del rock elegido para el metraje y las luces y sombras que devienen de sus letras y música, como ya se vio.
The House of the Rising Sun, Pale Blue Eyes, Redondo Beach, (Walkin Thru The) Sleepy City, Perfect Day, Sunny Afternoon, Brown Eyed Girl, Feeling Good, Perfect Day (Komorebi version), son algunos de los temas que suenan, en su orden, de
The Animals, Velvet Underground,
Patti Smith
, The Rolling Stones,
Lou Reed,
The Kinks, Van Morrison, Nina Simone, Patrick Watson. Hirayama se solaza, por recrea/alivia, con ellos y así hace de la música lo que es: el arte superior, ante el cual las demás artes se hincan. Música que, en la mayoría de temas incluidos en el filme, muestran y demuestran que ningún arte, menos aquella, puede estar al margen de la política. Para WW (e Hirayama) el rock sacó a toda una generación de la soledad y no sólo eso, sino que la llevó a realizar su propia creatividad. (17)
A Santiago y Carito, en vísperas de su viaje, uno que espero sea tan productivo como exento de avatares.A Marthica, quien tiene en la música su mejor vehículo de viaje, en el que yo me siento mejor y pleno.Notas, enlaces y bibliografía:(1)
https://youtube.com/watch?v=v=0q-RHbqsAwA
(2)
https://youtube.com/watch?v=v=0k7Ir1bWjyM
(6) KONIGSBERG, Ira.
Diccionario Técnico Akal de Cine. Eds. Akal, Madrid, 2004, 586 pp.: 103.
(7) PERKINS, V. F.
El lenguaje del cine. Edit. Fundamentos, Madrid, 1976, 248 pp.: 157.
(8)
https://youtube.com/watch?v=v=pjuhBZFMJ_4
(14)
https://youtube.com/watch?v=v=zJjvtNWV990
(15)
https://rebelion.org/flores-de-cerezo-2007-recomponer-la-vida-a-partir-de-la-muerte-del-ser-querido/ (16)
https://rebelion.org/lenguaje-y-poder/ (17) WENDERS, Wim.
El acto de ver – Textos y conversaciones. Paidós, Barcelona, 2005, 267 pp.: 41.
FICHA TÉCNICA: Título original: Perfect Days. En castellano: Días perfectos. Año: 2023. País: Japón / Alemania. Gén.: Drama / Comedia / Minimalista / Musical. For.: 35 mm; color / b/n; 123 min. Dir.: Wim Wenders. Guion: Takuma Takasaki / WW. Prod.: Kōji Yakusho / WW. Fot.: Franz Lustig. Mon.: Tommy Froschhammer. Int.: Hirayama (Kōji Yakusho); Takashi (Tokio Emoto); Niko (Arisa Nakano); Aya (Aoi Yamada); Keiko (Yumi Aso); Mama (Sayuri Ichikawa); Tomoyama (Tomokazu Miura); Persona sin hogar (Min Tanaka); Cliente tienda casetes (WW). Prod.: Master Mind Ltd. / Wim Wenders Productions. Dist.: Cirko Film / Haute et Court. Premios: Mejor Actor en Cannes, Kōji Yakusho / Premio del Jurado Ecuménico a Mejor Dirección, W. Wenders / Montclair Film Festival: Película Ganadora, Perfect Days. Estreno: Festival Internacional de Cine de Cannes, 27.may.2023. Luis Carlos Muñoz Sarmiento (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y jazz, catedrático, corrector de estilo, traductor y, sobre todo, lector. Colaborador de El Magazín EE, 2012; columnista, 2018. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao, 2017). Mención de Honor por MLK: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Siete ensayos sobre los imperialismos – Literatura y biopolítica, en coautoría con Luís E. Soares, publicado por UFES, Vitória (Edufes, 2020). El libro El estatuto (contra)colonial de la Humanidad, producto del III Congreso Int. Literatura y Revolución, con su ensayo sobre MZO y su novela Changó, el gran putas, lo lanzó UFES, el 20.feb.21. Invitado por Pijao Eds. al Encuentro Nal. de Narrativa vista desde las Regiones (Ibagué, 1º a 4 nov.23) Invitado por la UFES al Congreso Literatura, Soberanía Nacional y Multipolaridad (Vitória, 25.nov.23). Autor en ARC, Rebelión, Magazín de EE, Las2Orillas y traductor/coautor, con Luis E. Soares, en dichos medios. Director del Cine-Club Al Filo del Tiempo, que se emite desde la bóveda interdisciplinaria de La Fábrica de Sueños. E-mail: lucasmusar@yahoo.com