Milei reivindica a Netanyahu, Trump, el "maravilloso Musk" y la "feroz dama Meloni" en su cruzada contra el "virus mental woke"
El presidente de Argentina reivindica en Davos las figuras de Donald Trump, Benjamín Netanyahu, Víktor Orbán, Giorgia Meloni y Nayib Bukele como ejemplo de la lucha contra el "wokismo, un cáncer que hay que extirpar"
Si hace un año el peligro era el socialismo; el “cáncer a extirpar” ahora es el
wokismo. El presidente de Argentina, Javier Milei, se ha presentado en Davos, ante la élite económica y política mundial como un
llanero solitario outsider –y quejoso– ante la ideología
woke, un concepto que ha hecho fortuna entre los ultras del mundo que están en trance de unirse para desacreditar los avances humanos que han permitido progresar en derechos laborales, sociales, de las mujeres, en defenitiva, de todo aquel que queda al albur del capitalismo sin límites, incluido un planeta cada vez más explotado y en crisis.
Hace un año, en Davos, Milei afirmaba que el mundo estaba contaminado de socialismo. Un año después se ha olvidado ya del socialismo, y ha agitado el wokismo –¿contra qué descargará su furia Milei el año que viene?–, hallazgo semántico que quizá hiciera las delicias de su compatriota Ernesto Laclau, aquel filósofo argentino que teorizó el concepto populista de los “significantes flotantes”; es decir, conceptos enunciados que se materializan de forma diferente en la cabeza de cada cual.
Es verdad que Milei se ha dedicad a llenar en Davos el vacío del significante
woke de una retahíla de un imaginario oscuro de lo que para él son “barbaries siniestras”. Es decir, el feminismo, el derecho al aborto y el cambio climático.
Milei ha recitado la alineación de su Internacional reaccionaria: “No me siento solo porque a lo largo de este año he podido encontrar compañeros en esta pelea por las ideas de la libertad en todos los rincones del planeta, desde el maravilloso Elon Musk hasta la feroz dama italiana, mi querida amiga Giorgia Meloni, desde Bukele en El Salvador hasta Viktor Orbán en Hungría, desde Benjamin Netanyahu en Israel hasta Donald Trump en Estados Unidos”.
https://youtube.com/watch?v=mD6pbE2G8u4
Unas ideas de la libertad que Musk
defiende a su manera manipulando el algoritmo de X en favor de sus ideas ultras y con el brazo en alto ante la victoria de Trump; Meloni, deportando solicitantes de asilo en centros de detención en Albania; Bukele, con macrocárceles en las que hacina a los presos; Orbán, persiguiendo a los medios de comunicación, las universidades y recortando derechos de las mujeres y LGTBI+; Netanyahu, llevando a cabo un genocidio en Gaza; y Trump, anunciando “deportaciones masivas” de personas y vetando prácticamente a cualquier medio menos la FOX. Pero, claro, Milei en el concepto de libertad de Milei y sus amigues, estos asuntos son baladíes: “Lentamente se ha ido formando una alianza internacional de todas aquellas naciones que queremos ser libres y que creemos en las ideas de la libertad. Y lentamente, lo que parecía una hegemonía absoluta a nivel global de la izquierda en la política, en las instituciones educativas, en los medios de comunicación, en organismos supranacionales o en foros como Davos, se ha ido resquebrajando y se empieza a vislumbrar una esperanza para las ideas de la libertad. Hoy vengo aquí a decirles que nuestra batalla no está ganada. Que si bien la esperanza ha renacido, es nuestro deber moral y nuestra responsabilidad histórica desmantelar el edificio ideológico del
wokismo enfermizo”.
La obsesión de Milei por lo que él y los suyos llaman woke le hace ser generoso en epítetos: “El gran yunque que aparece como denominador común en los países e instituciones que están fracasando es el virus mental de la ideología woke, es la gran epidemia de nuestra época que debe ser curada, es el cáncer que hay que extirpar. Esta ideología ha colonizado las instituciones más importantes del mundo. Hasta que no saquemos esta ideología aberrante de nuestra cultura, nuestras instituciones y nuestras leyes, la civilización occidental e incluso la especie humana, no logrará retornar la senda del progreso que demanda nuestro espíritu pionero”.
Eso sí, Milei hace gala de la libertad más libérrima para hacer un repaso paracial de la historia de la riqueza de las naciones. Milei describe el liberalismo del siglo XVIII como “ese nuevo marco moral y filosófico que ponía la libertad individual por encima del capricho del tirano”, sin decir que los derechos estaban limitados a unas magras élites políticas y económicas –desde luego ninguna mujer– que se repartían el poder y la riqueza; y afirma que el siglo XIX, “gracias a la Revolución Industrial, el PBI per cápita se multiplicó por 20, sacando de la pobreza al 90% de la población mundial, aún cuando la población se multiplicó por ocho veces”.
Ahora bien, Milei
olvida que aquel liberalismo era censitario y no democrático; que la explotación laboral, con niños pequeños trabajando en las fábricas; sin descansos, con jornadas laborales infinitas y sin vacaciones pagadas, fueron decisivos para el crecimiento empresarial en aquellos años. Y, además, los monopolios y regalías concedidos a esas empresas, por no mencionar a las Compañías de las Indias y similares en los países occidentales que se dedicaron a explotar y esclavizar, literalmente, a las tierras colonizadas en África, Asia y América. Hasta mediados del siglo XX, se han celebrado en Bélgica Exposiciones Universales con personas negras encerradas y expuestas como animales de zoológico. Pero, claro, eran tiempos de “convergencia de valores fundamentales, el respeto a la vida, la libertad y la propiedad, que hicieron posible el libre comercio, la libertad de expresión, la libertad religiosa y el resto de los pilares de la civilización occidental”.
Libertad de expresión, que sólo se ha podido garantizar con protección pública, en tanto que la libertad de prensa tiene bastante que ver con quién es el dueño del medio –que suele coincidir con los poderes económicos–; libertad de comercio, que dependía de las concesiones públicas a la camarilla de los poderes públicos no democráticos del siglo XIX; y libertad religiosa que pasaba por imponer los credos europeos en las tierras conquistadas.
Pero todo esto Milei no lo menciona, y pone de ejemplo de “espíritu pionero” hoy a Elon Musk, “injustamente vilipendiado por el wokismo de las últimas horas por un inocente gesto”. Lo que no dice Milei es lo beneificioso para la cuenta corriente de Musk está siendo su connovencia con el mayor poder político del mundo, la Casa Blanca, y tampoco que ese “inocente gesto” de Musk, quien ha expresado su apoyo a los herederos del nazismo de Alemania, es un calco del saludo hitleriano.
“Sin embargo, en algún momento del siglo XX perdimos el rumbo y los principales y los principios liberales que nos habían hecho libres y prósperos fueron traicionados”, ha seguido Milei. ¿Se refiere al fascismo italiano? ¿Al Holocausto nazi? ¿A la masacre de la Segunda Guerra Mundial? Por supuesto que no. Milei se refiere a “una nueva clase política amparada por ideologías de corte colectivistas que vio una oportunidad perfecta para acumular poder”. Es decir, a la ideología que reconoció derechos laborales a las personas explotadas, seguros médicos, jornadas laborales humanas, prohibición del trabajo infantil, derechos políticos a las mujeres y reconocimiento progresivo de las personas LGTBI, así como límites a la explotación del hombre por el hombre y de la tierra por el hombre.
Pero, claro, todo esto no cabe en las soflamas de Milei.
Lo que sí cabe en sus soflamas es decir que “el feminismo radical es una búsqueda de privilegios, poniendo a una mitad de la población en contra de la otra, cuando deberían estar del mismo lado”. ¿Y eso qué significa, según Milei? “Llegamos a normalizar que muchos países supuestamente civilizadosc si uno mata a la mujer se llama femicidio y eso conlleva una pena más grave que si uno mata a un hombre solo por el sexo de la víctima, legalizando de hecho que la vida de una mujer vale más que la de un hombre enarbolando la bandera de la brecha salarial de género”.
En efecto, Milei impugna la brecha salarial: “Cuando uno mira los datos, es evidente que no hay desigualdad para una misma tarea, sino que la mayoría de los hombres tienden a profesiones mejor pagadas que la mayoría de las mujeres”. Claro, según Milei, “los hombres tienden a profesiones mejor pagadas” por arte del liberalismo, no porque la tarea de cuidados recaigan más en las mujeres o porque la maternidad suponga un lastre laboral superior que la paternidad o porque los hombres apuesten más por hombres que por mujeres para puestos de responsabilidad. “Sin embargo”, dice Milei, “no se quejan de que la mayoría de los presos son hombres”. Claro, porque los hombres matan más, roban más, cometen más delitos y reciben más condenas por ello.
“Y ni que hablar de la mayoría de las personas que murieron en guerras”, dice MIlei, ignorando, de nuevo, que hasta época reciente no estaba permitido que las mujeres fueran al frente de guerra, por un ejercicio libérrimo del machismo. Y, aquí, Milei muestra su lado victimista: “Pero si uno plantea estas cuestiones desde los medios de comunicación o incluso desde este foro, nos tildan de misóginos solo por el hecho de defender un principio elemental de la democracia moderna y el Estado de derecho, que es la igualdad ante la ley y los datos”.