La esencia de Flandes, en bicicleta: un amplio abanico de posibilidades cicloturistas de Halle a Lovaina
Se ve que aquí saben lo que hacen. Son años de experiencia para que Flandes siga posicionado en nuestro imaginario ciclista como un destino referente Una vuelta por la Rioja Alavesa: viñedos, pueblos con encanto y paisajes en bici
Gales suena a rugby. Bilbao a fútbol. Flandes, cómo no, a ciclismo. O sea, que no solo de mejillones, patatas fritas y cerveza vive Bélgica. Esta buena gente ha sabido cultivar una afición que ha arraigado de verdad. Normal que nos vengamos para acá de nuevo. En su día decidimos que 'Andar en bici' era un buen nombre para nuestra revista. Pues ya ves: Flandes en bici juega en la misma liga.
Ya publicamos
un primer reportaje. Cómo lamentamos que fuera
el viaje póstumo de Juanto. A veces el guionista es cruel. En cualquier caso, ahora que hemos vuelto, seguimos con él en el recuerdo. Mientras no le olvidemos, seguirá presente en la altimetría de algún que otro muro de los que aquí son famosos. Porque, claro, Flandes, en parte, son sus muros. Seguro que Juanto aprobaba el examen. A ver cómo te portas tú, Ángel: en 20 segundos, respuesta rápida. ¿Cinco muros famosos del Tour de Flandes? ¡Paterberg, Taaienberg, Oude Kwaremont, Koppenberg y… Molenberg! Buff, qué tensión. Fantástico, aprobado en 'cultura ciclista flamenca'. Y eso que nos queda una mención de honor al Muur-Kapelmur. La icónica capilla de su cima es verdadera religión ciclista.
Esos muros quedan, en general, al oeste de Flandes. Nosotros, en cambio, vamos a disfrutar esta vez de tres rutas cicloturistas tomando como base Lovaina, que queda apenas a 30 kilómetros al este de Bruselas. Así pues, asumimos nuestro provisional rol de
'flandrien' ciclista: ese sufrido luchador que no teme a las dificultades. Bueno, al menos lo intentamos.
La ruta por Flandes
Ángeles nos ha preparado el viaje. Se ve que aquí saben lo que hacen. Son años de experiencia para que Flandes siga posicionado en nuestro imaginario ciclista como un destino referente. Y, además, desde diferentes puntos de vista. Porque si Flandes, a quien luce licra, les suena a las clásicas de primavera y en especial a De Ronde (el Tour de Flandes), esto no significa que no debamos pensar en otro cicloturismo: familiar, más tranquilo y pegado a un estilo de vida, el que os proponemos desde 'Andar en bici'.
Así pues, Flandes ofrece un amplio abanico de posibilidades cicloturistas. En aquel reportaje anterior el hilo conductor fue el arte. Ahora se nos propone Lovaina como base de operaciones. Entendido. O sea, universidad y cerveza; o cerveza y universidad. Claro que esto es simplificar mucho. El caso es que encontramos unos días de estupendo buen tiempo primaveral y las terrazas estaban a reventar. Curioso contraste entre el bullicio de las calles en torno al Oude Markt y la tranquilidad del barrio del Gran Beaterio donde quedaba nuestro hotel. Precioso tanto de noche como de día.
¿Por dónde empezamos? Gravel, gravel, gravel. ¿Moda? El ciclismo evoluciona. Tras las dos primeras ediciones del Campeonato del Mundo en Italia, la tercera tuvo lugar aquí en Flandes, en la cuna del ciclismo. ¿Y dónde terminó? Acertaste. En Lovaina. Fueron 179 kilómetros de recorrido y 1.220 metros de desnivel acumulado en un recorrido que partió de Halle y terminó, como decimos, en Lovaina, atravesando los bosques de Hallerbos, Soignes y Meerdaalwoudlos, es decir, el Parque Nacional de los Bosques de Brabante.
Exhuberancia en los bosques de Brabante
En la variedad está el gusto. Fue un Campeonato del Mundo que discurrió en gran parte por zonas boscosas, pero también por campo abierto, sin olvidar tramos de pavés y otros de senderos más estrechos. Naturalmente hubo una fiesta paralela, la del público asistente, que pudo disfrutar de una auténtica feria en torno al ciclismo, con presencia de las principales marcas del sector.
Nuestro track, una ruta circular desde Lovaina, nos acerca a la experiencia del Mundial de Gravel, pero sin llegar a pedalearlo al completo. Pasadas las nueve y media de la mañana recogíamos nuestras bicis, cómo no de gravel, en Gravel Bike-rent. Nos internamos en el Parque Nacional de los Bosques de Brabante. Nada más y nada menos que 46.000 hectáreas de vegetación, antiguos caminos, ríos serpenteantes y tranquilidad. Sobre todo, tranquilidad.
Los bosques de Brabante ofrecen un conjunto de atractivos muy diversos. Entre ellos, claro está, una naturaleza esplendorosa de hayas, robles y carpes. Todas estas especies de hoja caduca se encuentran en plena efervescencia primaveral. Por cierto, otoño será un momento muy especial aquí cuando ganen espacio los colores amarillos, naranjas y ocres. Ángel, que lo mismo hay que volver en otra época, ¿no? Además, no ofrecen excesivas dificultades orográficas para quienes pedaleamos. Se dejan querer, velocipédicamente hablando.
Salimos de la ciudad. Enseguida nos encontramos con el Heverlee War Cemetery. Allí están enterradas casi un millar de personas de países de la Commonwealth, excepto 11 polacos y un americano, que murieron durante la Segunda Guerra Mundial. Acoge, además, a otros 29 soldados fallecidos en la Primera Guerra Mundial. La web de Flandesenbici, por cierto, tiene diseñada una ruta en torno a la Gran Guerra, por si te interesa. Nosotros giramos hacia el sur y tras un pequeño parking cruzamos bajo una autopista. Poco a poco nos acercamos a Vaalbeek. A ambos lados de nuestro camino, las casas se protegen con unos setos inmaculados, cortados a escuadra y cartabón.
Cementerio de la Segunda Guerra Mundial de Heverlee
Salimos del pueblo por la misma calle por la que veníamos, la Grezstraat, que nos va a dejar en la Langendaalstraat. Iniciamos un bucle que nos introduce en el mágico bosque de Mollendaalbos. Eso supone cruzar la N25, una de las principales vías de entrada a Lovaina desde el sur, en dos ocasiones, la primera por un coqueto puente de madera, el Oversteek voor konijnen. Pedaleamos alternando entre bosques, zonas habitadas y extensas praderas donde los animales herbívoros deben de ser, a su modo, felices.
Cruce de caminos
Nuestro camino nos va regalando numerosos tramos de pavés. Ahí me imagino dándolo todo a los percherones belgas y holandeses en las clásicas de primavera. Nosotros, suave suave. Bastante tenemos con llevar la precaución suficiente como para salir con bien de este espectacular laberinto de pequeñas carreteras rurales. A nuestra izquierda dejamos el centro de Bierbeek porque nuestro camino conduce al pueblo de Mollendaal. Seguimos rodando por su fabuloso bosque.
Bosques y paisajes abiertos se van combinando durante la ruta
De nuevo cogemos pavés. Alegría, alegría. En términos ciclistas, sector ni sé ya qué número y diría que, al menos, cuatro estrellas. Ohhh, dejamos atrás las últimas casas y nos adentramos en el bosque encantado. Una barrera de madera, justo después de la casa forestal de Brisetout, da paso a una tremenda recta que invita a dejarse llevar por las sensaciones del momento. Pedaleamos por la St-Joris-Weerstraat con sus dosis incluidas de pavés de tanto en tanto.
Tras cruzar otra vez la N25, en sentido contrario a como lo hicimos antes, dejamos a nuestra izquierda el monte Tomberg, que, con sus 102 metros de altitud, es una de las colinas más altas de Meerdaalbos, una masa forestal que ya en el siglo XIV disponía de estatus de “bosque libre”. De forma contraria a lo que pudieras pensar, eran bosques en los que solo los duques podían cazar. Ya sabes, los privilegios de la nobleza. Continuamos recto para luego hacer un giro de noventa grados a la derecha y pasar por un parque para perros (vemos varios durante la ruta). Estamos terminando el bucle del que os hablábamos.
Nuestro siguiente hito es Zoet Water, un conjunto de cinco estanques separados entre sí por estrechas lenguas de tierra. Poco antes nos detenemos en la capilla de Nuestra Señora de Steenbergen, con ese aspecto tan característico que le da el ladrillo y la arenisca blanca. Es la capilla forestal más grande Flandes. Construida en el siglo XVII en el lugar en el que antes había una estatua milagrosa de la Virgen María, curaba la fiebre de los pantanos. Al lado aún se conserva el Minnebron, con una caudalosa fuente de agua potable a la que se continúan atribuyendo curaciones milagrosas. Ángel, llenamos el botellín, ¿no?
La capilla de Nuestra Señora de Steenbergen
Llegamos a Zoet Water y nos encontramos con un par de chicos con sus bicis de gravel. Les pedimos que nos hagan una foto, de
'gravelers' a 'gravelers'. Accedemos enseguida a una zona de servicios con establecimientos de restauración. Se ve animación. La dejamos atrás en dirección sur. Pedaleamos ahora por un carril bici junto a la carretera para, poco después, cruzar las vías del tren y dirigirnos a Sint-Joris-Weert. Pues bien, alcanzamos la frontera entre la región flamenca y la región valona de Bélgica. De hecho, al tomar un desvío hacia Sint-Agatha-Rode por Roodse Straat, se supone que el lado derecho es flamenco y el izquierdo valón. Eso sí, no vemos señalización alguna.
Por los túneles del bosque
Volvemos a territorio flamenco. Pedaleamos cerca del río Dyle, el que pasa por Lovaina, y que terminará aportando sus aguas al Escalda, en dirección a Amberes. Afrontamos otro tramo por campo abierto flanqueados por vallados de madera. Para llegar ahí ha habido que superar un repecho que nos ha ofrecido algún pequeño tramo casi al 10%. Vaya, vaya. No será el único, luego se presenta otro también con pendientes del 9%. Cortos, pero intensos.
Antes de llegar al extremo suroeste de la ruta y alcanzar la cima Coppi (unos escalofriantes 126 metros de altitud), nos adentramos de nuevo en unos bosques majestuosos. Llevamos ya casi 50 kilómetros en las piernas. Nos escolta árboles de porte espectacular. Giramos a la derecha para emprender el camino de regreso a Lovaina. Tervuren queda aquí al lado, con su fantástico arboreto. Allí se han conseguido reproducir diferentes tipos de bosques de todo el mundo.
Nosotros pedaleamos por el enorme parque que queda a su lado: estanques, jardines, árboles y esculturas nos mantienen entretenidos. Se trata del antiguo dominio de caza del conde de Brabante.
Salimos del bosque por un tramo de pavés en descenso, cruzamos la carretera y entramos en el majestuoso parque de Tervuren. Poco a poco nos acercamos hasta la zona donde se encuentra el Museo Real de África Central: etnografía e historia natural a raudales. A finales del siglo XIX la Exposición Universal de Bruselas incorporó una “sección colonial”. Primero fue el Museo del Congo Belga y luego, ya en 1960, pasó a su denominación actual. Desde esta fecha ha ido adquiriendo más valor etnográfico y antropológico. Por supuesto, no podemos obviar la mirada crítica al colonialismo europeo. El volumen de objetos que alberga es tremendo.
Museo Real de África Central
Salimos del parque y encaramos de nuevo terreno más abierto. Llegamos a Duisbrug y lo atravesamos en dirección sur para girar después hacia el noreste: Lovaina nos espera, pero todavía el itinerario nos va a dar bastante juego. Seguimos por tranquilas carreteras rurales que muchas veces esconden el pavés debajo.
En esas estamos cuando arribamos a Korbeek-Dijle. Justo antes de un puente que cruza el río Dyle, nos pegamos a su margen izquierda. La terraza de un bar nos saluda y no hay forma de evitarla: avituallamiento líquido y descanso antes del tramo final.
Puente sobre el estanque de Tervuren
El río juguetea dibujando meandros. Nosotros esquivamos por un paso subterráneo la A3, la gran autopista que hacia la izquierda se dirige a la cercana Bruselas. Poco después, en Zandvang se puede disfrutar de una zona de observación de aves. El Dyle está aquí mismo y nos da acceso al campus universitario de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Físicas Aplicadas de Heverlee, perteneciente a la Universidad Católica de Lovaina.
A un lado y otro vemos estudiantes. De repente, se nota mucha actividad. Los caminos, tranquilos hasta ahora, se llenan de chicas y chicos que pedalean entre los distintos edificios. Pasamos junto a una zona con campos de deportes. Estamos a las puertas de Lovaina. Hay que poner cuatro ojos porque es mucha la gente que se desplaza en bici y a veces no es fácil seguir la indicación correcta cuando son tantas las alternativas de itinerario ciclista por la ciudad.
Nos queda muy poco para completar los 80 kilómetros de la ruta. El track nos hace cruzar por última vez el río Dyle, ya dentro de la ciudad de Lovaina. Seguimos hasta la
Grote Markt, en donde el Ayuntamiento destaca sobre el resto de los edificios. Con un tremendo aparato ornamental, se construyó en estilo gótico brabantino tardío, entre 1439 y 1469. La fachada se adorna, ahí es nada la broma, con 235 estatuas. Los bombardeos de la Primera y de la Segunda Guerra Mundial (sobre todo de esta última) causaron daños de consideración. De hecho, hasta 1983 no se completó su restauración, que es lo que hoy en día vemos.
Grote Markt y Ayuntamiento
Llegamos, a través de Bondgenootenlaan, una calle comercial, a
Martelarenplein (la Plaza de los Mártires), de vuelta al punto del que parte la ruta original. Aquí se ubica el Monumento a la Paz, erigido en 1925 y que, tras años de abandono, se restauró al completo en 2004. No es mal lugar para terminar una ruta de pedaleo.
Por cierto, si vienes con sed date una vuelta por la Oude Markt, la plaza del mercado viejo. Allí también se pueden apreciar vistosos edificios de estilo clásico, todos ellos reconstruidos después de la Segunda Guerra Mundial. El caso es que la mayor parte de las viviendas lucen un bar en su planta baja. De ahí la fama de que, con buen tiempo, dispongas de una interminable barra de bar. Ángel, ¿cómo sobrevive aquí un abstemio como yo?
Grote Markt
Finalmente nos volvemos al hotel. No podemos dejar de mencionar el particular barrio en el que se ubica: Groot Begijnhof. Se trata del Gran Beaterio, a veces también mencionado como Gran Beguinaje. Como en Dendermonde, Gante, Brujas y Amberes, aquí en Lovaina nació y se desarrolló una importante comunidad de beguinas. Eran mujeres cristianas que, en el siglo XII, sobre todo en Flandes y en los Países Bajos, decidieron agruparse para vivir juntas su deseo de entrega a Dios y a los más necesitados. Sin embargo, no se integraron en las estructuras de la Iglesia católica, con la que mantenían sus desavenencias.
Las beguinas conformaron así sus propias comunidades. De alguna manera, hasta incluso hay quien las considera el primer movimiento feminista de la historia. Aguantaron el paso del tiempo, si bien la Inquisición se cebó con ellas y poco a poco se fueron convirtiendo más en un refugio para mujeres sin recursos, como las viudas o las esposas de hombres que luchaban en la guerra. Si te vienes a Lovaina, pasea por este barrio. Hazlo con tranquilidad, quizá a última hora de la tarde. Es una bonita forma de disfrutar de un lugar con mucho encanto.