It is time to stop manufacturing dissent and find other, more constructive ways to disagree with one another
Cuando tenía unos diez años de edad, los chicos de mi clase decidieron intentar en masa que las chicas les dieran un puñetazo en el estómago para probar que podían resistirlo. Para aquella a quien le proponían dar el puñetazo no había forma de ganar: si entrabas en el juego y no conseguías doblarles eras una blanda; si te negabas, eras una fracasada.
En tanto que adultos, en lugar del “¡Pégame!” nos encontramos hoy seguidos por gente que dice: “¡Debate conmigo!” Lo que pasa a continuación sigue la misma lógica del juego infantil: o entras en ello y acabas en un altercado sin sentido que degenera en encono, o bien, te niegas y te acusan de ser frágil.Los foros en los que nos encontramos para debatir cuestiones – el Brexit, la inmigración o las “políticas de identidad” – están estructuralmente diseñados para exacerbar, más que para explorar o resolver, las diferencias. Se favorece el conflicto por encima de la conversación, la animosidad por encima de la indagación.