Desembarcados los 82 expedicionarios del Granma, el 2 de diciembre de 1956, en la mañana del día 5 enfrentaron su primer combate con las fuerzas de Fulgencio Batista, el dictador proyanqui. Los expedicionarios acamparon a la orilla de un cañaveral, en un lugar conocido como Alegría de Pío, preparándose para descansar del extenuante recorrido desde […]
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“¡Aquí no se rinde nadie, cojones!”Desembarcados los 82 expedicionarios del Granma,
el 2 de diciembre de 1956, en la mañana del día 5 enfrentaron su primer combate con las fuerzas de Fulgencio Batista, el dictador proyanqui.
Los expedicionarios acamparon a la orilla de un cañaveral, en un lugar conocido como Alegría de Pío, preparándose para descansar del extenuante recorrido desde los mangles cenagosos de playa Las Coloradas, y esperar la noche.
Pero poco después del mediodía se escucharon los primeros disparos, generalizándose de inmediato un cerrado tiroteo. Los revolucionarios habían sido sorprendidos por el ejército, y bajo el intenso fuego, se dispersaron. En medio de la confusión y la balacera fueron inútiles todos los intentos por reagruparlos.
Localizados con exactitud, las fuerzas del régimen iniciaron con gran rapidez un cerco a su alrededor y, cuando más tranquilamente se encontraban los expedicionarios, fueron objeto de un fuerte ataque por parte de las tropas enemigas, creándose una fuerte confusión y una total dispersión de las fuerzas del naciente Ejército Rebelde.
El fuego intenso del Ejército de Batista fue combinado con frecuentes llamadas para que los sitiados se rindieran. No obtuvo la respuesta que querían los tiranos, sin embargo. Observaron la resistencia del Ejército Rebelde y, sobre todo, escucharon muy nítidas y contundentes estas palabras gritadas por el capitán rebelde Juan Almeida Bosque:
“¡Aquí no se rinde nadie, cojones!”.El grito del quien después alcanzara los grados de Comandante (Juan Almeida), no sólo se convirtió en consigna del espíritu de resistencia de todo un pueblo, también fue el juramento de dignidad que marcaría la lucha hasta la victoria final, el primero de enero de 1959; la misma dignidad que se ha demostrado en todos estos años.